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Arrasando con los derechos de los ciudadanos, ideología disfrazada de “ahorro”

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Llevo días queriendo hacer un alto en el “hacer” para poner en palabras algunas reflexiones sobre lo que se está poniendo encima de la mesa, “quitar competencias  impropias de los Ayuntamientos”  y lo que se esconde debajo de la mesa, “ robar derechos duramente conseguidos por la ciudadanía”.

Eché mis primeros dientes como profesional, psicóloga de los servicios sociales municipales, y aquí sigo después de más de treinta años de servicio público. Tuve el privilegio de participar en el proyecto de la creación y puesta en marcha de unos servicios sociales con vocación universal y pública; un proyecto que aunó ilusión, convencimiento político, profesional y ciudadano, respaldado en la firme creencia de que un país sin  buenos servicios públicos no podía ser un país ni digno ni justo. Era necesario superar un modelo de beneficencia para abrazar otro basado en el deber y el derecho de solidaridad, donde la redistribución de la riqueza no fuese graciable, ni caritativa, ni sujeta a beneficios de orden divino sino que estuviera anclada en el orden legal: los que más tienen deben contribuir más al sostenimiento de lo público y sólo los servicios públicos pueden garantizar la justicia social.

Los Servicios Sociales eran y siguen siendo el hermano pequeño de los servicios personales (salud, educación…) pues hubo que crear la red básica de atención (los llamados servicios sociales de atención primaria , de base o comunitarios) y algunos servicios especializados que resultaban apremiantes. A pesar de los años de bonanza económica y de crecimiento, no se llegó a la consolidación suficiente, ni a proveerlos de los recursos necesarios, ni al arraigo generalizado en la ciudadanía de su cometido y de sus posibilidades; lo que   sitúa  a los servicios sociales en una posición muy vulnerable, sobre todo en el contexto actual. La mayoría de las personas han utilizado y conocen de primera mano los beneficios de nuestro sistema público de salud  o de educación;  no sucede así con los servicios sociales ya que la gran mayoría de la ciudadanía no ha hecho uso de los mismos y sigue considerándolos como algo “ para otros”, es decir, no se ha alcanzado la meta de que los servicios sociales sean considerados como unos servicios para todos, que aunque hoy  podemos no necesitarlos mañana sí; la cuestión no es si “yo los necesito hoy” sino si son necesarios para la comunidad, para compensar desigualdades y ayudar a la promoción de sectores de población más desfavorecidos desarrollando procesos de integración y cooperación social.

La crisis y el expolio económico al que nos están sometiendo a la clases obreras y medias están llevando a las puertas de los servicios sociales comunitarios a familias y personas que no se sentían, hasta hace poco,  posibles beneficiarias; no tenían la expectativa de que la pobreza les asaltará sin avisar como lo está haciendo, ni que la vergüenza les acompañase cuando legítimamente van a solicitar ayuda porque no pueden afrontar las necesidades básicas de vivienda, alimentación, medicinas o cualquier otra cuestión que ha constituido hasta hace poco los mínimos de nuestro bienestar social para la gran mayoría. Los servicios sociales ahora desbordados como nunca,  aumentando cada día las demandas de ayuda cuando no de SOS de una parte cada vez más creciente de la ciudadanía que no entiende de poderes financieros, ni de reflotar a los bancos, ni de repuntes macroeconómicos… porque su realidad es que no llega para pagar el alquiler, para comprar lo básico, que la exigua “paga de la abuela” no estira para ayudar a tantos…; que los meses pasan y cada vez está más claro que aunque la recuperación llegue, a él o ella no le va a llegar un empleo porque con cuarenta y muchos ya se le ha dado por “amortizado” y su hijo/a con alta probabilidad antes de incorporarse al mercado laboral parece que también lo han amortizado por pertenecer a la generación perdida (y eso que tiene estudios), siempre le queda recuperar sus raíces e irse a “echar” la vendimia a Francia o practicar la “movilidad exterior” propia del afán aventurero de la juventud; lo que sea habrá que hacer.

Los servicios sociales, la educación, la salud… se venden baratos, la iniciativa privada espera comprar más de lo ya comprado a “buen precio” y con garantías de eficacia y eficiencia, es claro que son “almas de la caridad” y  van a prestar unos servicios “buenos, bonitos y baratos”pues de siempre a las empresas privadas se las conoce por no tener afán de lucro alguno. Bajo el lema de que hay que “ahorrar”, arrastran por el lodo a los servidores de lo público: médico/as, enfermeras/os, profesores/as, investigadores/as, trabajadores/as sociales, psicólogos/as, educadores/as… se está aprovechando la coyuntura  de la crisis para arrasar con los derechos de la ciudadanía que tanto costaron conquistar. Han cogido impulso para correr hacia atrás, dándose prisa en dejar “esto” convertido en un erial donde sólo van a crecer los derechos de los pudientes y cuando tomemos la dimensión real de las consecuencias de tanto despropósito, de tanto robo y de tanto engaño, me temo que será tarde. No podemos quedarnos agazapados bajo el síndrome de la resignación, como los que vienen avergonzados a pedir ayuda a los servicios sociales porque se les ha dejado tirados en la cuneta, “amortizados” socialmente.

 Es necesario y urgente que nos comprometamos y, si hay que ver morir a los servicios sociales, hacerlo con la mirada desafiante hacia los que nos quieren “vender” que hay que ahorrar cuando lo que quieren es exterminar los servicios públicos, la única garantía de justicia social y dignidad de un país.

    Granada,  Julio de 2013

Concha Moliner Navarro